Las colillas del tabaco son uno de los elementos más habituales en la basura urbana. De hecho, se estima que representen el 40% de la misma. Esta cifra no es de extrañar si tenemos en cuenta que cada año se producen más de seis trillones de cigarrillos, cifra que no para de crecer año tras año.
Es ampliamente conocida la mortalidad que representa el hábito tabáquico, con 700 000 mil muertes en Europa y unas 50 000 en nuestro país. La mortalidad es solamente una parte del problema del tabaco, que también genera un ingente número de enfermos crónicos con un importante impacto social y económico.
La industria tabacalera es además culpable de un enorme daño medioambiental. Aproximadamente se estima que, cada año, más de 700 000 toneladas de colillas acaban en la basura. Los filtros presentes en ellas contienen incontables fibras de microplásticos, con una larga vida media, que suelen acabar en el mar, ingeridas por los peces, pasando a la cadena alimentaria humana posteriormente. Sin embargo, las colillas son solamente la punta del iceberg.
El proceso de elaboración del tabaco incluye una agresión medioambiental directa con deforestación, importante consumo de agua, contaminación de la misma y del suelo. La agresión indirecta incluye la manufactura, empaquetado, distribución y la gestión de los residuos de los propios cigarrillos.
Oído esto hace que la huella de carbono de la industria tabacalera sea muy elevada. Se estima que puede alcanzar los 80 millones de toneladas (Mt) de CO2 equivalente cada año. Esta huella viene dada por el consumo de agua (22,000 Mt), la generación de 55 Mt de agua contaminada residual utilizada en el cultivo de las 32 Mt de hojas de tabaco necesarias para la producción de los cigarrillos.
Esta agresión medioambiental se debe sumar a la agresión directa del propio cigarrillo. Habitualmente, el daño provocado a los no fumadores por el tabaco se ha debido en exclusiva al tabaquismo pasivo. Sin embargo, la ingente capacidad de la industria tabaquera para contaminar medioambientalmente puede afectar a todos los sujetos, fumadores o no. Afecta de especial manera a los propios enfermos ocasionados por el tabaco. Los enfermos con EPOC son de los pacientes más susceptibles a sentir los efectos en salud del cambio climático. El aumento de las temperaturas debido al calentamiento global se ha relacionado claramente con la mortalidad y las hospitalizaciones en esta patología.
«El proceso de elaboración del tabaco incluye una agresión medioambiental directa con deforestación, importante consumo de agua, contaminación de la misma y del suelo.»
Obviamente, la industria del cigarrillo, consciente de este problema, ha comenzado una campaña de blanqueo de marca que les permita distanciarse del concepto de contaminación. Teniendo en cuenta que, probablemente, esta industria ha sido de las que más dinero y talento ha puesto en el denominado greenwashing (término con el que se denomina en inglés al blanqueo verde o medioambiental de una marca), no es de extrañar acciones como la manipulación mediante sesgos y ausencias de datos en los diversos informes sobre sostenibilidad emitidos. Por ejemplo, no tienen en cuenta las emisiones de la China National Tobacco Company, que es la que produce cerca del 40% de los cigarrillos a escala global.
Además, han puesto en marcha la creación de entidades como la Fundación por un Mundo Libre de Humo, patrocinada por Philip Morris y dotada con un presupuesto exorbitante, la cual contribuye también a la imagen de compañía ecológica y que vela por la reducción del daño de la población. Se obvia deliberadamente la compra de voluntades y la presión ejercida por la industria para bordear la prohibición de la publicidad del tabaco.
Dado que el cambio climático ha sido definido como la mayor amenaza en salud para el siglo XXI, identificar a la industria tabacalera como contribuyente del calentamiento global y como industria altamente contaminante, proporciona varios beneficios; en primer lugar, basándose en la Directiva Europea 2019/904, que regula los vertidos de plástico en el medioambiente, se le debería pedir responsabilidad económica por la contaminación originada. En segundo lugar, ayuda a poner el daño que ocasionan en perspectiva. No es exclusivamente un daño directo al fumador, sino que, por la contaminación que ejercen, contribuyen a la pérdida de salud de la población general por una vía diferente. En tercer lugar, ligar la industria tabacalera al cambio climático puede influir en los sujetos más jóvenes de la sociedad. Estos son precisamente el objetivo prioritario de los productores de tabaco, pero también los más concienciados y a los que más les importa el calentamiento global. Esta identificación del tabaco como agresor medioambiental puede ahondar en la pérdida de atractivo de una industria que consigue su adicción en la adolescencia.
El cambio climático y la contaminación han de sumarse a la ya de por sí larga lista efectos nocivos de la industria del tabaco, dándonos a los médicos, a los pacientes y a la sociedad, la enésima razón por la que combatirla.
FUENTES:
Dr. Carlos Cabrera
Neumólogo del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín
Miembro del grupo de trabajo Salud y Cambio Climático del CGCOM